DE LA DIGNA VOZ DE LOS ACREDITADOS
Buenas noches nocturnas… Acudir a las redes sociales, ¿con qué propósito? Para entretenerse, lo admito. Para encontrar información, no lo negaré. Para encontrar autoridades que merezcan crédito —digo, personas que tienen conocimientos y lo demuestran, algunas con encomiable generosidad, como valor añadido al de sus actividades profesionales… Para encontrar, insisto, enseñanzas; la materia que, una vez asimilada, pueda enriquecerme, mejorarme, modificarme para bien. Esa es la idea. Es cómodo para alguien que puede reducir las interacciones humanas cara a cara. No ha de peregrinar a la “meca” y, tras cumplir unos requisitos burocráticos, tal vez, enterarse de que Don Fulano o alguna señora de su domicilio no puede recibirlo. Por lo dicho anteriormente, a pesar de las multitudes que frecuentan este sistema de comunicación, voy, aparezco, consumo. Y, sea en los terminales que acabo de aludir, o en la radio o mediante los pódcast, también se adquieren estímulos y valores. Por ejemplo, hoy mismo pude interrogarme a fin de esclarecer si soy o no un intelectual. Una cuestión que el filósofo Javier Gomá trató con Rafa Latorre, periodista al frente del programa radiofónico “La Brújula”, en Onda Cero. No si me atañe a mí, no: si corresponde definir qué es un intelectual y qué lo distingue de otras personas. Como Gomá es una de esas autoridades a las que me he referido y, por cuanto todo lo que le he escuchado y localicé en las páginas de sus libros o artículos en prensa me parece material de cátedra, propongo ahora, por escrito, algo de lo que dijo al periodista que escribe para el diario *El Mundo* y colabora en “Casa Alsina”. El director de la Fundación March estima así lo que él piensa que es un intelectual: “(...) Puede ser un hombre o mujer competente en un oficio: puede ser un buen médico, o un buen carpintero, puede ser un buen veterinario, lo que fuera. Pero eso no necesariamente te hace poseedor de un discurso público. Si tú tienes un discurso público, pero no eres competente en una materia concreta —uno de los oficios que se nos puede ocurrir—, entonces probablemente eres un diletante. En cambio, un intelectual es alguien que es un buen profesional en una disciplina, la que sea. Puede ser un médico, un notario, un obrero de la construcción, pero al mismo tiempo es capaz de formar un discurso que sea susceptible de ser oído por la generalidad.”... En resumen: un intelectual es una persona capacitada, que puede generar un discurso accesible y relevante para una audiencia numerosa. Nada que tenga que ver conmigo. Nunca ejercí una profesión con desempeño y aplicación relevante. Fuerza de trabajo, sí. Empleado en distintas especialidades, sí. Por otra parte, aunque algo de lo que hubiera hecho —o esté en condiciones de hacer— pudiera considerarse válido en cuanto a parámetros de profesionalidad se refiera, no se puede sostener que, aunque mis comunicados se faciliten al universo, acontezca, por tanto, el ingreso en la categoría de quienes tienen algo que decir. Que me pronuncie, que tenga opiniones, no hace sino situarme en escalones más abajo. Esto es lo que hay. Por eso es mejor que regresemos a Javier Gomá para conocer cuáles son los “mandamientos” que han de observar los intelectuales para que los reconozcamos como tales. En *La Brújula*, el filósofo dijo: “El primer mandamiento que creo que debe cumplir un intelectual es que debe ser consciente de la imperfección del mundo. Es decir, no me parece un buen intelectual aquel que forma un discurso de idealismo, de utopía, de perfeccionismo, que lo convierte en un ignorante de la naturaleza humana y, por tanto, no es realizable. Eso no es un intelectual. Eso puede ser un visionario. Pero un intelectual, si quiere dirigirse a la generalidad, tiene que ser conocedor de las limitaciones y las imperfecciones de la naturaleza humana para que ese discurso sea viable, realizable. El segundo mandamiento es que debe tener lo que Nietzsche, en un pasaje muy famoso de su libro *Más allá del bien y del mal*, llama el “pathos” de la distancia. Es cierto que Nietzsche se refiere sobre todo a lo que él llamaba las almas aristocráticas frente a las esclavas, pero creo que es generalizable. Un verdadero intelectual es aquel que logra hablar con distanciamiento de uno mismo; es decir, habla en nombre de todos, no en nombre propio; habla con objetividad, con distancia, a largo plazo, con prudencia. Esto creo que es muy importante. El tercero (...) es que un intelectual, en época de tiranía, tiene que ser sobre todo un disidente del poder; pero en época democrática tiene que ser —es mi tesis— anticíclico. En el sentido de que cuando la sociedad disfruta de un bienestar muy grande, entonces tiene que denunciar, señalar, advertir, anticipar peligros, tiene que ser un poquito aguafiestas en las épocas de prosperidad. Pero en las épocas de crisis tiene que ser todo lo contrario: una persona que da a la ciudadanía razones para la esperanza, que recuerde aquello que hace digna la vida, o digna la democracia liberal, o el proyecto europeo, o las instituciones españolas, o la Constitución, o la transición (…) Y luego el último criterio, el último mandamiento (…) Un intelectual que realmente lo sea, si es capaz de formar un discurso, tiene que saber poner una palabra detrás de otra, tiene que saber hacer discursos, tener estilo, dominio del lenguaje, porque la forma es el fondo. Contribuye enormemente a la capacidad de transmisión del mensaje que el mensaje esté bien escrito o bien pronunciado —en el caso de que (...) pudiera ser hablado—, lo cual es una cortesía, por cierto, con el interlocutor…”... Es posible que haya otros particulares que observar, pero los anotados son los principales, o lo fueron, para los dos interlocutores que conversaban en la radio. En fin, toda enseñanza aprovecha. Incluso esa que te dice que entre la ralea de los elegidos —con razón— no hay sitio para ti. No porque se te niegue, sino porque, al igual que no se te admitiría como piloto de Fórmula 1 sin haber conseguido siquiera el carnet de conducir, no se puede formar parte de esa dignidad, salvo que se den las circunstancias antes expresadas a esos efectos. Así están las cosas, amigo. Me destoso.
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT, fue editada después.
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