ESMOTREM
Buenas noches nocturnas… Por supuesto que es así, agente. Soy partidario del orden. Muy partidario. De hecho, por eso llevo conmigo esta magnífica bolsa. Viajo mucho, y es indispensable tener organizados todos los cables que necesito para conectarme con la fuente de alimentación externa, gracias a la cual experimento las emociones que me gustaría experimentar. Si examina la caja —que está al tanto de todos los permisos y requisitos sanitarios, como puede verificar mediante los documentos que estoy a punto de entregarle— verá que tiene multitud de puertos a los que se conectan cables específicos, aunque en sus extremos haya una clavija de entrada común, conforme al implante de inserción del que dispongo. Es falso que tenga intención de estrangular a las personas mediante alguno de estos hilos metálicos. Nunca me pasaría por la cabeza tal cosa. Comprendo que están haciendo su trabajo y, como es una partida inusual, caben las sospechas. Lo comprendo. No me enfado con usted por lo que acabo de decir. No porque, precisamente, con este asunto de la aduana, se agotó la carga o suministro de la ira, que es una de las más rápidas en consumirse. No porque sea mucho de encolerizarme, sino porque el gasto: el gasto energético necesario, resulta sobresaliente. Ya sabe. Las personas entramos en tensión, enrojecemos, vociferamos, hacemos aspavientos amenazantes... Y esto cansa mucho. Pero, ¿ve? Este que le muestro es el módulo de la ira. Este. Y se conecta a mi sistema o implante mediante esta pieza entrelazada de cobre que proporciona, desde la caja, “determinación activa”. En la caja existe un repositorio estándar de imágenes de injusticia, ritmos potentes, discursos adversos, careos, interrogatorios, supuestos capaces de aumentar la temperatura y provocar reacciones impulsivas carentes de toda moderación. Nadie lo diría, pero aquí dentro está todo. Más aún: este cable que, con su permiso, vuelvo a guardar en la bolsa, se llama “Crimson Pulse”. Bastan tres minutos de exposición para lograr una carga completa. Tres minutos y una alternancia respiratoria profunda… Ya habrá visto, entre los documentos que le he entregado, que padezco “Apatogénesis”: una incapacidad estructural para generar emociones. De apatía y génesis. Se entiende. Todo empezó por una “Emoestenia”, debilidad o apagamiento emocional crónico, y no parecía tener solución. Son enfermedades neurodegenerativas graves. O fueron muy graves… hasta que un equipo médico chino, de Taiwán, logró esta maravilla, agente. Mire, mire… ¡Es soberbia! Una pequeña caja negra donde están contenidas las principales emociones humanas. Está el amor, la tristeza, el asombro, la espiritualidad, la nostalgia, la esperanza, el vacío, el humor, el deseo… Bueno: todas. ¡Todas! La caja se llama, se llama, “ESMOTREM”: Estación Modular de Transmisión Emocional. Un prodigio de la tecnología. Pero por eso necesitaba esta cómoda bolsa, agente. Es la única razón por la que insisto en su utilidad. Y —no voy a ocultarlo— sentí un gran desasosiego cuando supe que me la iban a requisar. Mis niveles de tristeza descendieron a causa del consumo. No sé de dónde se han sacado ustedes que puedo pertenecer a una célula terrorista, encargado de secuestrar el avión y pedir un rescate por Rosalía. ¿Cómo iba a hacer eso? ¡Si ni siquiera me gustan sus canciones! Si ni siquiera… A ver, agente: no me mire así. Que no me guste su música indica de todo, menos intenciones criminales. No me encontrará por ese sendero. Lo que intento decir, agente, es que sé de la artista como me entero de que está lloviendo: es salir a la calle y comprobar que caen gotas y la gente lleva paraguas. Comprenda. No es otra cosa. Lo bueno es que, como no me he recargado, ni siento ni padezco casi. Me aproximo a los dominios del envaramiento. Pero yo espero sin problemas, agente. Tómese el tiempo que necesite. Lo que necesite…
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona COPILOT
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