SOLDADOS DE UN BATALLÓN DISPERSO
Buenas noches nocturnas… En mis archivos de lecturas aplazadas figura un artículo publicado en *The Atlantic*, cuyo autor es James Parker. Una pieza aparecida en el número de julio y agosto del año 2020. Del texto al que hago alusión entresaco el párrafo que sigue, pues servirá para explicar lo que propondré más tarde… “Y ahí, mi amigo insomne, está la clave: no estás solo. Incluso mientras te retuerces en estos anillos privados, estas dificultades tan particulares, te estás uniendo a una comunidad mística de insomnes. Todos estamos ahí afuera, vigilando las cosas: una solidaridad, una hermandad, un gremio inmenso y flotante de mentes penetrantemente conscientes. ¿Qué podría suceder, si no fuera por nuestra vigilancia? ¿En qué idioteces de optimismo y vanagloria podría colapsar la humanidad? Somos como la Guardia de la Noche en Juego de Tronos, solo que hay millones de nosotros. Sobre los tejados de la ciudad brilla y se flexiona; hormiguea sobre los frondosos suburbios: el entramado neuronal de nuestra vigilia.” Por supuesto, estas palabras se han obtenido, en español, empleando los servicios de traducción automática sitos en la web, porque servidor no conoce el idioma de Carlos III. Entonces, al margen de las circunstancias que viven los insomnes y las ventajas e inconvenientes que puedan encontrar, atendiendo a las particularidades dichas, me interesa la idea de formar parte de una comunidad, sin haber dado pasos formales para ingresar en tal agrupación humana. Por ejemplo. No me siento perteneciente a nada ni a nadie. Digo que no me reconozco entre los que usan gorra, entre los que dan paseos matutinos, entre los que consideran deliciosos los cruasanes, pero se abstienen de comerlos a causa de ciertos malentendidos con el azúcar. Digo que, efectivamente, habrá, más cerca o más lejos, personas que, como yo, disfruten del Tour de Francia desde la sala de estar de sus casas, quienes consideren exagerados —por utilizar una expresión amable— a aquellos que declaran familiar cercano a sus perros, a sus gatos, quién sabe si a sus roedores. Los habrá. Y, sin embargo, en el caso de que existieran organizaciones que reúnen bajo unas reglas estatutarias a protagonistas de estos aspectos del acontecer, no querría afiliarme. Más contento, siempre, en mi carril. Aunque suponga, por desunión, disponer de menos respaldo y ejercer un muy limitado empuje. No pasa nada. Todo está como debe. No pretendo originalidad, ni distinción. No son ambiciones en solitario, como cuando un ciclista demarra para abandonar el pelotón y se escapa con la idea de llegar a la meta antes que los otros, sus rivales. Es que estoy mejor sin estar con alguien. Al menos, no con personas que no haya elegido. Tampoco me asusta el abismo como el que amenaza a nuestro Sánchez, que, al parecer, según afirma, como otros antes que él, eligió mal. Aquellos a quienes elijo, acierten o se equivoquen, son *sapiens* de honor con quienes no me importaría acudir a los lodazales. Que nunca hace falta, naturalmente. Pero son valiosos para mí, tanto como para comulgar con sus errores, haciéndome acreedor de los castigos que por andar en lugares equivocados puedan padecer, sin que exija yo contrapartidas. Digo que Sánchez se ha sentido traicionado, luego no ha debido concebir que aquellos a los que quiso limitan con la imperfección y están abocados incluso al delito. Todos podemos fallar gravemente. Esperemos que no. Que no lleguemos a formar parte de un colectivo criminal. Otra posibilidad asociativa. Así que sigo solo, aunque en compañía. No son muchos los que prefiero, pero nunca coincidiremos a la vez y nos denominaremos club. Pocos, que la demasía me sobrecoge y me disgusta. Pocos y que no me quitan el sueño. Me destoso.
https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2020/07/an-ode-to-insomnia/612274/
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ChatGPT
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