DURANTE UN DOMINGO DE TANTOS

Buenas noches nocturnas… Desde que nos trasladamos a esta urbanización a las afueras de la metrópoli, con sus viviendas de una sola planta en un apartado residencial compartido con otros vecinos —a quienes saludamos al coincidir en las zonas comunes—, disfrutamos de apacibles momentos de ociosidad, muchas veces enriquecidos con la presencia de nuestras amistades.

Precisamente, hace poco, mientras charlábamos acerca de la conveniencia de instalar una pileta en la parcela (porque hay sitio), ocurrió algo inesperado. Es cierto que este complejo, entre otros servicios, dispone de una piscina comunitaria, pero resulta complicado hacer uso de ella por la enorme afluencia existente. Se entiende, claro, porque es verano. Un verano caluroso, como todos los veranos. Habrá momentos de mayor temperatura, otros de no tanto y, aunque el cambio climático parece innegable —uno nunca llega a tener datos definitivos— albergo la esperanza de que los sapiens evolucionen si estas condiciones extremas —que dicen extremas hasta la antesala del volcán— se consolidan, y que se adapten al calor, como en su día lo hicieron frente al frío y a otras circunstancias climatológicas adversas. Esto, sin perjuicio de tomar medidas y resolver problemas.

Discutíamos las posibilidades del diseño de la piscina, del equipamiento necesario, de los costes, de las mejores empresas instaladoras… en fin, todos esos asuntos. Compartíamos una merienda con viandas dulces y saladas, cuando, de pronto, apareció una avispa. Ya saben, la prima pendenciera de la abeja. Una cosa cultural: como que la abeja es productiva —por lo de la miel y la cera— y la avispa… ¿qué hacen las avispas? ¿A qué se dedican? ¿A qué otra cosa salvo molestar cuanto puedan?

Así que, como algunos hombres durante las noches de luna llena se convierten en fieros licántropos, nosotros —seis personas— nos convertimos en molinos, que bien pudiéramos haber sido gigantes para Don Quijote. Molinos que permiten el giro de sus aspas porque sopla el viento de la indignación y el miedo. O sea: “¡Que me pica, qué fastidio…!”

Por suerte, esta misma mañana me he enterado de los pasos que hay que seguir para solucionar este tipo de contratiempos. Se trata de dar de comer a la avispa. Estarse muy quietecitos, muy quietecitos —porque enloquecer, al emprender una dinámica de exaltada irregularidad, transmite una idea que la avispa interpreta como propia de los depredadores y se prepara para el ataque— estarse muy quietecitos, digo, y permanecer al tanto. Hay que admitir a la avispa como comensal, de la misma manera que se acepta pulpo como animal de compañía.

La avispa come, y se decantará con casi absoluta seguridad por lo dulce. Y, si no hay dulce, tranquilos: las avispas nunca piden el libro de reclamaciones. Se arreglan con lo que haya. Entonces, una vez la avispa toma su bocado, alzará el vuelo de regreso a su nido. Eso que se lleva es para alimentar a las criaturas a las que cuida. Regresará más tarde. Por eso, sabiendo lo que le ha gustado, hay que preparar otra ración y dejarla cada vez un poco más lejos del lugar donde se tienen las cosas. Así no molesta.

De este modo, la violencia cesa, la fauna prosigue con un número razonable de individuos, y aquí paz y después gloria. Gloria, precisamente, me dice que la avispa se ha marchado. Aunque expliqué todo lo anterior, cuesta que los molinos tornen a ser, de nuevo, personas. Sin embargo, nos quedamos muy quietos para observar. Es un momento casi místico. Nadie se atreve a decir nada en instantes así. Y recobrar, además de la compostura, el ánimo, la palabra, en este caso, no es sencillo. ¿Quién recordará en qué parte estábamos antes de que sucediera este bombardeo de la aviación japonesa sobre nuestro confortable puerto dominical de personas insustanciales?

Tal vez sería mejor regresar al interior como parte del epílogo de esta aventura. Tal vez. Y es entonces, justo después de eso que dijo cualquiera de los invitados —“Pues el domingo que viene quedamos en nuestro chalet: cocinaremos un riquísimo gallo con espinacas que no se lo salta un Arguiñano”— justo después, sin que se llegara a escuchar el final de la frase, del seto que rodea y delimita los espacios, sale un simpático caballero que dice: “¿Espinacas? ¡Será La Jaca!”. Porque ya no hay reuniones sociales sin anuncios. En el desayuno, en la hora del bocadillo, en el bar, antes de comer, durante el almuerzo… es el precio de vivir. 

Me destoso.


https://www.elconfidencial.com/tecnologia/novaceno/2025-08-02/avispas-verano-biologia-alimentacion-ciencia-truco_4184623/



La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ARIA






Selección gráfica del día...

JM NIETO en ABC 2 de agosto de 2025



ULISES CULEBRO en El Mundo 3 de agosto de 2025



FLAVITA BANANA en El País 3 de agosto de 2025




Selección de contenidos...

Primera:

Rolf Lislevand - Passacaglia al modo mio

En el Canal ECM Records

https://www.youtube.com/watch?v=p4SW40dnu5s



Segunda:

Maddalena Del Gobbo - Viola da Gamba: G.P.Telemann from the Fantasia Nr.3 e minor, II. Presto 

En el Canal Maddalena Del Gobbo

https://www.youtube.com/watch?v=QMnNRD3_QKQ&list=RDQMnNRD3_QKQ&start_radio=1



Tercera:

Xavier Sabata & Vespres d'Arnadí - InVISIBILI - A. Pollarolo «Cesseran le sue procelle»

En el Canal vespresdarnadi

https://www.youtube.com/watch?v=-MpxwT8PUQI&list=RD-MpxwT8PUQI&start_radio=1















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