IMPRESCINDIBLES DE TEMPORADA
Buenas noches nocturnas… Estuve pensando en los imprescindibles del otoño. Es decir: estuve pensando en un gasto. No tengo ni idea de lo que puedan ser los imprescindibles del otoño, como tampoco lo sé en el caso del resto de las estaciones. Y es muy probable que el verano esté transcurriendo para mí, al margen de esa amenidad. Sin embargo, estas personas que saben tanto y que aparecen en la televisión entre fragmento y fragmento de lo que sea, seres humanos simpáticos, conmovedores, sofisticados, muchas veces torpes, pero con un fondo de humanidad exquisito; solícitos a la hora de ofrecer informaciones como en una vitrina sin fin, acuden al rescate.
En pantalla, una pareja dispuesta a pasar un estupendo día playero. Acaban de llegar y, como pisan la arena sin equipación, optan por el alquiler. El hombre, en plano preferente, requiere del operario que atiende los servicios sobre la arena, dos hamacas, y añade: “Y la sombrilla, también”. Lo hace con la expresión de quien conoce que estas adquisiciones le van a salir por un ojo de la cara. Inmediatamente, otro varón, al que no se ve, da paso a la consecuencia de este suceso. Oiga, si lo suyo es el ahorro, no olvide que en “Almacén Don Manolo” —guiño a Quino y a Mafalda— tenemos unos cuadernos escolares estupendos, a precios magníficos, imprescindibles para cuando sus chavales regresen al colegio.
Luego han explicado otros asuntos, pero me he desentendido, ya que me importaba poco o nada lo que siguiera. La cuestión era saber qué cosas son las que uno ha de tener a su disposición, con tiempo de sobra, antes de que todo acontezca y estar preparados. ¿Qué pasa si uno tiene prole y llega el día y los cuadernos no se compraron? La comunidad lo sanciona con carestías. Vienen las prisas y se paga por una triste libreta, lo que cuestan los treinta y dos volúmenes de la Enciclopedia Británica publicada en 1974.
Ya se sabe que una de las características de nuestro tiempo es la anticipación. Si se quiere, ha de reservarse lo que sea, mediante pago, a varios meses vista. Y con el asunto de los imprescindibles, ocurre semejante cosa. Así que he decidido prepararme para el otoño. Yo no tengo criaturas a las que asistir, pues soy de esas personas a quienes lo de la propagación de la especie les parece una tarea para la que existen sufridores suficientemente preparados. Por lo tanto, lo que sea que haga, es de mi incumbencia en solitario.
Es verdad que hemos consumido tan solo diez días del largo agosto y que la estación siguiente solo se presentará, oficialmente, un poco más allá de mediados de septiembre, pero no perdamos de vista el horizonte, porque en el registro visual más alejado se encuentra el objetivo. Entonces, a pesar del cambio climático, es acertado contemplar que se cierren los altos hornos, las temperaturas mengüen y cunda el desconcierto indumentario. Debo contar con asesoramiento meteorológico y de imagen. Conviene, porque se caen las hojas de los árboles de los que se caen las hojas, porque se nota que descienden las horas de luz y porque es tradición, conviene que me ponga lírico y romántico. Trascendente.
Hay que recitar largos y plañideros asertos, tal vez con la nostalgia de esas noches de parchís y panchitos que no nos dejaban dormir e hicieron que nos diéramos al póquer bien regado de whisky. Como vendrán los catarros, porque vendrán, el botiquín debe estar rebosante de remedios destinados a combatir a los virus: otra partida destinada a la inversión en fármacos. Por supuesto, confeccionar una guía de todas las ciudades a las que hay que acudir en invierno para ver las iluminaciones urbanas propias de las Navidades. Lo de las fiestas de octubre y noviembre ya debiera estar planificado: debo examinar mi agenda. Debo hacerlo, aunque servirá para lo mismo que me ayuda el canto de la perdiz en celo.
Al fin, no dispongo de un capital como el exigible para los imprescindibles. Estaré, de nuevo, por debajo de la media. En el sótano, más concretamente. Y, como no debe extrañar, explicado todo lo anterior, que me arrime a la palabra de los poetas para saldar esta dosis de realidad, es lógico que, acto seguido, proporcione una muestra de tal decisión. Dicho desde el presente, el presente de Mario Benedetti...
“Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha”.
Este sí que ha sido uno de esos imprescindibles a mi alcance. El gasto acaba de hacerse. El día concluye. ¿Quién da más?
Me destoso.
https://www.culturagenial.com/es/poemas-de-otono/
La imagen se obtuvo mediante los servicios que proporciona ChatGPT
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